Each year someone puts out their rendition of Mompou's Musica Callada - the solo piano composition consisting of 28 piano minature pieces, like haikus that manage to evoke a wide array of feelings. The music never gets old though it is a relatively recent (1960's) addition to the classical idiom. Josep Colom has just released his second version of this work and its crystal clear, evoking those lazy Barcelona afternoons nearing the end of the Franco regime. But this music is open very wide to many interpretations with its spaces and silence. This is an excellent version.
A quarter of a century later, Colom has retained those fleet tempi, but otherwise the difference is startling. The engineers at the audiophile Spanish label Eudora have realised sonics of extraordinary refinement. Colom’s 1957 Steinway D instrument has been captured to perfection in what sounds like a glorious acoustic over in Zaragoza. This crystalline sound picture enables the listener to marvel at Colom’s nuanced, fastidiously manicured yet paradoxically instinctive response to Mompou. I would suggest that listening to any of this composer’s piano music becomes doubly rewarding with a score to hand and in the case of Colom’s reinterpretation of Música Callada his profound respect for Mompou’s notes and markings comes across in spades, whilst furnishing the responsive listener with at least a degree of insight into what’s going on beyond the dots and the lines. Colom’s layering of dynamics in each tiny piece seems simultaneously spontaneous and infinitesimally detailed.
I’d like to suggest a couple of examples for readers to sample so they can hear this at first hand. I recommend a couple of less obvious examples from Book 2, the exquisite Lento (track 12) and the rapt piece marked Tranquilo – très calme (track 13). To achieve such variegation in dynamics and timbre in music as still-centred as this requires ears and touch of extraordinary sensitivity, on the parts of both player and engineer. It is a consistent feature of the music-making on this disc. Although Colom still emphasises the modernity in harmony and gesture of some of the pieces in Books 3 and 4 any astringency seems completely at one with the arc of the whole cycle. I would assert that one needs to take as much time and as many plays as is necessary to truly access Mompou – to my mind this is where all those Satie comparisons fall down; the rewards a determined listener may reap from grappling with Música Callada over an extended period completely justify the effort. That is certainly the case with this new version; there’s an apt bonus too in the shape of the extended song Cantar del Alma. This taps into the same spiritual well-spring that informs Música Callada; this haunting cançon is riveting, almost sculpted by the soprano Cecilia Lavilla Berganza.
This disc has rarely been off my player this week. It inevitably sounds splendid in surround (in my case via the SACD option on my modest Blu-ray player) for those who do like to hear piano music that way, although I’m more than happy with the stereo incarnation. Taking into account both sonics and interpretation this disc takes its place at the top of the heap with two other revelatory readings; Herbert Henck’s superb ECM disc from 1995 (ECM 1523 - my entrée to this work) and Jenny Lin’s equally mesmerising account on Steinway (STNS30004) – the detail of the sound on that disc is certainly a match for Eudora’s. I certainly couldn’t select a top choice among these recommendations, for me they are all essential. As is the aforementioned account by Adolf Pla, a sophisticated, unpredictable reading in perfectly fine sound – although La Ma de Guido’s production is a tad restricted compared to the other options I’ve identified. It also goes without saying that Mompou’s own recordings, originally recorded for Ensayo but reissued in a bargain four disc set on Brilliant Classics (review) are also essential, although by now those recordings (made in the 1970s) somewhat betray their age.
El concierto estaba integrado por una sola obra, dividida en los cuatro álbumes que conforman Música callada de Federic Mompou, una obra de gran magnitud y duración, compuesta a fuego lento y que fue tomando forma con el paso de los años. El mismo compositor la reconocía como la más propia de su estilo y fue titulada a partir de un verso del Cantico espiritual, de San Juan de la Cruz: “…la música callada, la soledad sonora…”.
Es una obra en la que la importancia radica en el aspecto sonoro, tímbrico y temporal. Una música creada a partir de luces y sombras, que enfatiza el silencio y las resonancias con reminiscencia a las campanas, presentándonos una reflexión sobre la sencillez y la belleza, y buscando en el oyente la audición interna y una emoción secreta. Una música que contiene influencias de Chopin y Paul Valérie; como también de la música francesa y del folklore musical catalán y español ofreciéndonos una proximidad en un mundo extraño o una lejanía de nuestra propia esencia, y que requiere un gran imaginario sonoro, tanto en su composición, como para ser interpretada.
Josep Colom ofreció una interpretación que fue exquisita. Antes de empezar, se dirigió al público pidiendo que no se aplaudiese entre los álbumes, sino que se conservara el silencio hasta la finalización total de la obra, que describió que gozaba de un carácter místico. A continuación empezó con el primer movimiento, Angelico, en el que consiguió desde la primera nota, a partir de un increíble control de las sonoridades del piano y de una articulación precisa pero sin un fuerte ataque, un timbre maravilloso y lejano del mundo terrenal, con el que consiguió llevarse a la audiencia a un nuevo espacio y tiempo fuera de la vida cotidiana.
La interpretación de la obra estaba basada en mostrar este control del teclado y la búsqueda del límite sonoro del instrumento, en la organización temporal tanto de los silencios como de las duraciones de los sonidos, y en la construcción de paisajes sonoros diversos para cada uno de los movimientos. Todo esto lo consiguió enfatizando la resonancia de las notas, con juegos de pedal que nos cambiaban de espacio arquitectónico, buscando los extremos dinámicos del piano y jugando con las densidades sonoras. Con estas herramientas otorgó a la música de Mompou del poder magnético que ofrecía el flujo sonoro que emanaba del piano, en un concierto en el que el intérprete fue creciendo en cada movimiento.
El último de los movimientos presentaba una solemnidad a partir de una melodía de armonías claras, que ofrecían una sensación de bienestar y paz. El público perduró en el mundo sonoro de la Música callada, más allá de que se desvaneciera la resonancia final de la última nota, dando tiempo al pianista a quitarse las gafas y cerrar la partitura con total tranquilidad mientras el público mantenía un silencio espectral, que poco a poco se fue convirtiendo con unos aplausos entusiásticos que mostraban asombro por parte del público de lo que acababan de vivir.
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