Juan Genovés
From Amnestia Internacional:
El arte,
puede o debe ser un compromiso social?
-El arte siempre
está implicado, en un sentido o en otro. Es una especie de testamento
del artista, que siempre deja un poso. Un testimonio del momento y de la
sociedad en la que vive. Puede ser positivo o negativo, pero el sentido
del arte siempre está ahí. La pintura, además, es
un lenguaje comprensible para todo el mundo, más que la palabra.
-Pero en esta
época hay una tendencia hacia el arte, digamos más estético,
donde parece que se ha perdido ese compromiso.
-Yo creo que siempre
hay una crítica. A lo mejor no es tan militante como en los años
sesenta, setenta u ochenta; pero hay un sentido escéptico, una crítica
mordaz, quizá escondida, que está diciendo sí, o está
diciendo no. Quizá es más sutil, pero la crítica a
la sociedad es casi unánime, incluso en los artistas que son muy
fieles a los poderosos, sin darse ellos cuenta. Con esa fidelidad, al pintar
están haciendo una crítica a eso que ellos admiran. El arte
es así de curioso.
-¿Cuándo
empieza la implicación o el compromiso de Juan Genovés?
-Unos meses después
de nacer (nos dice entre risas. Vengo de una familia obrera, en un barrio
obrero de la periferia de Valencia. En mi casa todo era compromiso, mi
familia ha sido siempre muy antifascista. Así que se puede decir
que lo he mamado. Y la experiencia de la vida, el sentido común,
me han reafirmado en esa especie de religión que para mí
es el compromiso social.
-Es el autor de
El Abrazo, ¿cómo llegó esta obra a convertirse en
un símbolo de la transición española?
-El cuadro tiene
una historia muy larga y una vida muy curiosa, llena de anécdotas.
Yo lo hice durante la dictadura franquista. Por aquel entonces se reunía
la Junta Democrática en la clandestinidad. Yo no formaba parte de
ella, pero me pidieron si podía pintar un cartel pidiendo la libertad
de los presos políticos. Celebramos una reunión en mi estudio
y les dije que miraran los cuadros que ya estaban pintados, para ver si
les servía alguno. Pensé en uno que mostraba unos puños
tras unos barrotes, pero quizá era demasiado evidente. Entonces
alguien se fijó en El Abrazo y a todos nos pareció una idea
estupenda.
-¿Llegó
incluso a estar detenido por el cuadro?
-Sí, cuando
fuimos a la imprenta para reproducir su imagen en carteles, nos detuvieron.
Estuve una semana detenido en el Ministerio de la Gobernación, en
unos calabozos horrorosos. Cualquier joven,que no haya vivido en aquella
época, ni se imagina que uno pudiera ir a la cárcel por pintar
unas personas abrazándose, pero así era. La primera tirada,
de 25.000 carteles, fue destruida. Afortunadamente, con la llegada de la
democracia, pudimos hacer más carteles. Desde entonces se han hecho
miles de reproducciones. Su imagen también se ha utilizado para
pedir la amnistía de presos políticos en otros países,
en Latinoamérica, cuando cambiaba el régimen. Por eso, para
mí, ese cuadro ya no me pertenece, su imagen pertenece ahora a todo
el mundo.
-Pero hablamos
de un cuadro condenado a la clandestinidad...
-Sí, hay
que decir en primer lugar que el cuadro fue vendido a un coleccionista
de Chicago. Cuando llegó la democracia, el director de Bellas Artes
consideró que ese cuadro debía volver a España porque
era un símbolo de nuestra historia. El comprador se atuvo a razones
y lo cambió por otro cuadro mío. El cuadro vino a España,
pero las fuerzas derechistas lo secuestraron y no aparecía. Había
pasado la aduana, teníamos documentos de la propia aduana y de la
entrega en el museo de la Ciudad Universitaria, pero el cuadro no estaba.
La noticia de su desaparición salió incluso en los periódicos.
Algunos trabajadores del museo, miembros de Comisiones Obreras, se pusieron
a buscarlo y lo encontraron perdido entre un montón de cajas, en
el último rincón del almacén. El cuadro se expuso,
pero cuando decidieron trasladarlo al museo Reina Sofía, volvió
a desaparecer. En fin, que durante mucho tiempo, El Abrazo ha permanecido
en los almacenes de los museos. Yo nunca he querido influir para que se
colgara porque, como dije, el cuadro ya no me pertenece. Periodistas de
todo el mundo venían a hacer reportajes sobre la transición
española y me preguntaban por qué ya entrada la democracia
ese cuadro tan emblemático seguía oculto. Y les contestaba
entre risas, que El Abrazo había nacido en la clandestinidad y que
le gusta vivir así.
-La venta de carteles
de El Abrazo ayudó a financiar los primeros gastos de la Sección
española de Amnistía Internacional. ¿Por qué
decidió apoyar a nuestra organización?
-La voz de Amnistía
Internacional es muy importante, se respeta. Si no existiera, nos faltaría
algo. Y podría ser más importante si todos decidimos apoyarla.
Siempre he sido un defensor de los derechos humanos y cuando conocí
Amnistía Internacional me dije: ahí estoy yo, eso es lo mío.
Y creo que en España hacen falta más organizaciones civiles.
Es la gran carencia de este país. El uno a uno no tiene fuerza,
hace falta organizarse, para no estar tan abandonados en manos de los políticos.
-¿Cree
que en la actualidad hay un recorte de los derechos humanos?
-Creo que lo que
hay es un desconocimiento de lo que realmente significan los derechos humanos.
La gente habla de «derechos humanos» en general y se queda
en esa frase ambigua e imprecisa. Pero no saben lo que implican, no los
han leído. Quiero decir, artículo por artículo, con
la profundidad que tiene cada frase. Para mí, son algo maravilloso.
Los derechos humanos son el mayor poema que ha escrito la humanidad. Es
una obra importantísima, un documento colectivo que sirve para todos,que
se adelanta en el tiempo. A mí me entusiasman y de vez en cuando
los leo.